Amo a Zoro Roronoa y One piece
4 posts
Los días comenzaron a pasar más rápido después de aquella noche bajo las estrellas.Zoro y yo nos volvimos inseparables en el dojo. No siempre hablábamos mucho, pero había una comodidad natural en el silencio compartido, en las miradas cómplices después de un entrenamiento duro, en las sonrisas discretas cuando uno de los dos lograba superar un reto.
Una tarde, después de una práctica especialmente intensa, me desplomé en el suelo de madera, jadeando.
—Me estás matando... —bromeé, intentando recuperar el aliento.
Zoro, sudoroso pero impasible, se dejó caer a mi lado, cruzando los brazos detrás de la cabeza como siempre hacía.
—Tienes que aguantar más si quieres alcanzarme —respondió, pero su tono era más suave de lo habitual.
Me reí entre dientes. Había algo extraño en el aire esa tarde, algo que me hacía sentir más consciente de su cercanía.
—Oye, Zoro —dije de repente, mirándolo de reojo—.
¿Alguna vez has tenido miedo de no lograrlo?¿De no llegar a ser el mejor?
Él tardó en responder. Cerró los ojos unos segundos, como buscando dentro de sí mismo.
—Claro que sí —confesó finalmente, en voz baja—. Pero... prefiero pelear con ese miedo que dejar que me detenga.
Sus palabras me golpearon más de lo que esperaba. Lo observé en silencio, sintiendo un calor extraño crecer en mi pecho.
Sin pensar demasiado, extendí la mano y la apoyé sobre la suya, que descansaba en el suelo. Un gesto torpe, improvisado, pero sincero.
Zoro abrió los ojos, sorprendido, mirándome.
—No tienes que hacerlo solo —susurré—. Yo también quiero llegar lejos. Y si puedo... quiero caminar ese camino contigo.
Por un instante, pensé que se reiría de mí, que haría algún comentario sarcástico. Pero no lo hizo.
En lugar de eso, apretó mi mano con fuerza, en un gesto firme, decidido.
No dijimos nada más. No hacía falta.La promesa quedó sellada entre nosotros, silenciosa pero irrompible.
La noche había caído sin que nos diéramos cuenta. El dojo, normalmente ruidoso y lleno de vida, ahora estaba en silencio, iluminado solo por la pálida luz de la luna que se filtraba por las ventanas abiertas.Ambos estábamos exhaustos. Nos habíamos dejado caer en el patio, sobre la fría madera del suelo, mirando el cielo despejado, respirando profundamente mientras el sudor se secaba en nuestras frentes.
Durante un rato, no dijimos nada. El sonido de los grillos y el leve susurro del viento llenaban el espacio entre nosotros.Me giré apenas para mirarlo de reojo. Zoro estaba con los brazos detrás de la cabeza, observando las estrellas como si en ellas pudiera encontrar alguna respuesta.
—¿Siempre fuiste así de terco? —pregunté en voz baja, con una pequeña sonrisa cansada.
Zoro soltó una risa suave, una que pocas veces le había escuchado.—Supongo que sí —admitió—. Pero también... es la única manera que conozco para seguir adelante.
Hubo un momento de silencio. Entonces, sin mirarme, añadió:
—No quiero ser como los demás. No quiero... rendirme.
Sus palabras, simples pero cargadas de una determinación casi dolorosa, hicieron que mi pecho se apretara ligeramente. Me senté, abrazando mis rodillas, mirando también hacia las estrellas.
—Yo tampoco —susurré—. Por eso sigo aquí.
Por primera vez, sentí que nuestras razones, aunque distintas, nos unían más de lo que pensaba.
Zoro giró la cabeza hacia mí, sus ojos brillando a la luz de la luna.
—Entonces... sigamos luchando juntos. Hasta que seamos tan fuertes que nadie pueda alcanzarnos.
Asentí, sintiendo que en ese momento, bajo ese cielo infinito, habíamos sellado un pacto silencioso. No solo como compañeros de entrenamiento, sino como algo más. Algo que aún no entendía del todo, pero que latía con fuerza en mi interior.
Capítulo 4
Al principio, pensé que conocer a Zoro sería como una anécdota rara en mi vida, una especie de historia extraña de ese chico raro del dojo. Pero no fue así. Al contrario, parecía que, cada vez que nos veíamos, algo en mí cambiaba. Algo que no podía explicar bien, pero que sentía profundamente.
El día después de nuestro primer encuentro, Zoro apareció en el dojo, sin previo aviso. Me quedé mirándolo mientras entrenaba. No parecía importarle que yo estuviera observando.
Él simplemente se entregaba a su entrenamiento como si nada más existiera. Sus músculos se tensaban con cada movimiento, y su mirada se mantenía fija en algún objetivo lejano.
Me acerqué lentamente, sin interrumpirlo, pero cuando estuve cerca, no pude evitar hablarle.
-¿Sigues entrenando con esa cuerda? -le pregunté, sorprendida por su dedicación.
Zoro paró un momento, dándome una mirada fugaz.
-No es solo para la mandíbula. -Sonrió ligeramente, como si estuviera orgulloso de lo que hacía-.
Necesito entrenar todo mi cuerpo para ser más fuerte.
Quiero ser el mejor espadachín del mundo.
-Eso suena como un objetivo grande -dije, sin poder evitarlo, una sonrisa se asomó a mis labios.
Zoro no respondió de inmediato.
Se quedó quieto, observándome por unos segundos, y luego, como si hubiera tomado una decisión, levantó la espada y me la mostró.
-¿Por qué no entrenas conmigo? -propuso de repente. Sus ojos estaban fijos en los míos, con una intensidad que me hizo sentir algo extraño, algo entre sorpresa y desafío.
Mi corazón latió más rápido. Siempre había entrenado sola, nunca había considerado la idea de tener un compañero.
Pero había algo en Zoro que me atraía.
Tal vez era su determinación, o tal vez la forma en que parecía no temerle a nada, ni siquiera a la fatiga.
-¿Entrenar contigo? -repetí, casi riendo, como si fuera una locura.
-No sé si pueda seguir el ritmo de alguien tan... ¿intenso? -dije bromeando.
Zoro sonrió de lado.-Eso es lo que quiero ver.
Y sin más, levantó su espada y dio una vuelta rápida, como un simple movimiento que dejaba claro cuán hábil era.Me quedé observando durante unos segundos, luego, decidí aceptar el reto.
Después de todo, no tenía nada que perder.-Está bien, pero si me caigo o algo así, ¡me echas una mano! -le advertí.
Zoro asintió sin decir nada más. Comenzamos a entrenar juntos, él me enseñó algunos movimientos básicos de espada, y yo trataba de imitarlo.
Aunque al principio no pude seguir el ritmo, pronto descubrí que Zoro tenía una forma peculiar de enseñar.
No era amable ni paciente, pero su entusiasmo era contagioso.
Cada vez que fallaba, me decía de manera directa y sin rodeos qué había hecho mal, y me instaba a mejorar.
A lo largo de ese entrenamiento, comenzamos a hacer una especie de rutina, siempre que coincidíamos en el dojo.
A veces entrenábamos en silencio, y otras veces, las bromas y los comentarios competitivos fluían de manera natural entre nosotros.Un día, mientras practicábamos, Zoro se detuvo de repente, observándome.
-¿Sabes? Me gusta que no seas como los demás. La mayoría de las personas solo se burlan de mí por entrenar así.
Pero tú... -hizo una pausa, como si pensara en las palabras correctas-, tú no eres como ellos.
Lo miré sorprendida. Nunca había pensado en cómo los demás lo veían. Y ahora, algo en sus palabras me hizo sentir una conexión más profunda con él.
-No soy de burlarme de las personas que realmente se esfuerzan -respondí, con una pequeña sonrisa.
-Lo que haces es... impresionante.
Zoro bajó la mirada por un momento, como si estuviera pensando. Entonces, volvió a levantar la vista, sus ojos brillando con una determinación aún mayor.
-Entonces, vamos a hacerlo aún mejor. El siguiente nivel de entrenamiento, ¿te atreves?Me sentí retada, pero también emocionada. Entrenar junto a Zoro no solo significaba mejorar como luchadora, sino también aprender de su manera de ser, de su valentía, y de su... extraña forma de pensar.
Aunque no lo dijera abiertamente, empecé a notar que Zoro también comenzaba a confiar en mí de alguna manera.
Capítulo 3 https://www.tumblr.com/teshyroronoa/781996232089419776/cap%C3%ADtulo-3-confesiones-bajo-las-estrellas?source=share
El amor es raro, ¿no? Eso me preguntaba... hasta que lo conocí.Roronoa Zoro. Ese chico de cabello verde, con una mirada tan intimidante como decidida. Lo vi por primera vez camino a mis clases en el dojo. Estaba entrenando con una cuerda amarrada a una roca enorme, sujetándola... ¡con los dientes!
"Dios mío", pensé, mientras me acercaba con curiosidad y me sentaba en una roca cercana.
-Oye -le dije.Para mi sorpresa, el chico se sobresaltó.
-Eh, no quería asustarte -agregué rápido.Me miró fijamente y dejó de entrenar.
-¿Qué quieres, mocosa? -gruñó.Me sorprendió su tono, pero no me intimidó.
-No tienes que ser grosero, ¿sabes? Solo quería saber qué estabas haciendo.Frunció el ceño y se acercó.
-Estoy entrenando, si no ves bien.
-¿Tú entrenas así? Qué raro... nunca vi algo igual.
-Lo hago para fortalecer mi mandíbula. Quiero poder sostener una katana con la boca.
-¡¿Con la boca?! ¡Eso es súper cool!Él me miró con sorpresa.
-¿Por qué no te burlas como los demás?
-¿Burlarme? ¡Sería estúpido! Me parece increíble.Me miró a los ojos... y sonrió.
-Vaya... sí que tienes buen gusto.
-Mi nombre es T/N L/N. Mucho gusto.
-Mi nombre es Roronoa Zoro.
Así comenzó nuestra historia. Una que cambiaría nuestras vidas para siempre.
Capítulo 2 https://www.tumblr.com/teshyroronoa/781480734509744128/cap%C3%ADtulo-2-rivalidad-y-compa%C3%B1erismo?source=share